jueves, 10 de noviembre de 2016

¿Por qué viajar?

No debo ser el primero en hacerse esta pregunta. Pero fue en un día laboral poco ajetreado, con tareas más bien rutinarias y que ya dominaba de taquito, cuando mi cabeza, que había estado pensando en una fórmula de Excel y que ya estaba aburrida de ello, llegó a ella. Fue una serie de preguntas, que se inició en un contundente "¿Para qué sirve esto?" y siguió por otros caminos que derivaron en el objeto de esta entrada.

Hoy en día es muy fácil viajar. La enorme cantidad de ofertas de vuelos (hay carteles de las aerolíneas hasta en las autopistas, algo que hasta hace poco no ponsé que podía llegar a ocurrir; es más, diría que la publicidad dominante por estos tiempos es la de viajes y alojamiento) posibilita que sólod debamos elegir las fechas, comparar precios y sacar el pasaje. Todo facilitado por esa moderna costumbre de las cuotas sin interés, todo financiado en varios pagos, como para hacer que la culpa del gasto sea menor y más sobrellevable. Verdadero: en algunos países hay que hacer trámites para poder entrar, trámites que pueden volverse complicados. La gente, de todos modos, los termina haciendo. No creo que haya muchas personas que se hayan quedado sin ir a un lugar por no haber conseguido una visa. Las hay, sí, pero seguramente sean pocas.

Un mes de vacaciones, dos meses, incluso dos semanas. La posibilidad de irse del lugar donde uno vive los restantes días del año. Liberarse de cadenas que nos atan, que nos limitan y que nos marcan por dónde ir. Porque muchas de las costumbres, en realidad, nos llegan por mandato o por imitación. Uno no sabe muy bien qué hacer y, entonces, imita. Y una gran masa de gente no puede estar equivocada (de este tipo de cosas hablé en una entrada anterior, titulada Estereotipos...). Viajar es la chance de romper esquemas, de cambiar patrones, de hacer algo distinto. Ya lo decía Charly: "Si vas a la derecha y cambiás hacia la izquierda, adelante". La letra tiene contenido político, es cierto, pero tiene algo de aplicable a todos nosotros.

Por eso, si tenés la chance, viajá. Probá nuevas cosas. No te resistas. Dar el primer paso es duro, es difícil. Nunca fue fácil romper las cadenas. Pero seguramente el día que aparezcas en otro país, con un bolso y la necesidad de buscar alojamiento y cosas que hacer (eventalmente, trabajo) vas a sentir esa emoción de haber dejado lo viejo, de estar mirando hacia adelante. Y no digo que lo viejo sea malo. Quizás después de un tiempo quieras volver a eso. Pero siempre viene bien despegarse un poco de lo que se tiene y buscar un cambio. Hacer algo distinto por un intervalo de tiempo. Los grandes cambios en el mundo nunca fueron autoría de quienes hacían el dicho "Más vale malo conocido que bueno por conocer" su mantra. No! Esos no cambiaron nada. Fueron simplemente engranajes del sistema. 

Y lo que uno quiere ser no es simplemente un engranaje, ¿no?

Viajá. Conocé. Lugares, gente. Actividades que no se hagan en tu país y que sí sean populares afuera. Quizás te hagas amigos que, más adelante, te den un hogar y una compañía cuando decidas viajar. Y, en el peor de los casos, no conocerás a nadie, pero al menos habrás estado en otros lugares, que, nuevamente, pueden parecerte malos o buenos pero siempre está bueno conocer. Podé responder "me gusta" o "no me gusta" cuando te pregunten, no te veas forzado a decir "no conozco". Sacale todo lo que puedas sacarle al mundo como experiencia. Y, sobre todo, aprovechá el tiempo que tenés sobre la Tierra. El tiempo puede ser bien o mal administrado, pero es irrecuperable una vez que pasó.

Y por nada del mundo utilices la edad como criterio para decidir si viajar o no (como máximo, que sirva para elegir el lugar).

Un simple aporte.