jueves, 8 de marzo de 2018

Sobre dos tipos promedio

La chica los tenía locos a todos. Morocha, petisa, su carita entre angelical y picarona generaba los deseos de todos los hombres del grupo de amigos. Uno de éstos, un rubio, en tanto, parecía ser el preferido de la chica, que en una ocasión se acercó a hablarle. Le mencionó algo así como que “los hombres de ese lugar eran todos desubicados, que le tocaban el culo” y demás yerbas. Además, ya cuando en la conversación estaba metida una amiga suya, le señalaron un parecido con un personaje de un reality show del momento, aunque aclarándole que él “era más lindo”. Sintiéndose un ganador, el chico se dirigió a uno de sus amigos y, hablándole al oído (su voz no era fuerte y la música, en cambio, estaba a un volumen alto), le dijo “Los grandes somos así”. Claro, este amigo era uno de los que más había verbalizado su sentimiento por la chica. El amigo no contestó nada. La noche se fue, más adelante, entre intentos del rubio por sacarle, aunque fuera, un poco de conversación. La dificultad estaba en su falta de ideas, algo que en los años por venir sería casi una constante en todas sus interacciones con mujeres en situación de levante. Pero nada le quitaría la ilusión al rubio, salvo el tiempo y -finalmente- la conclusión de la noche.
Diez años después, la suerte de ambos hombres es diametralmente opuesta. Uno de ellos (el amigo del rubio) se puso de novio, terminó su relación y actualmente está en pareja con otra mujer; en los períodos de soltería, su éxito con las mujeres fue envidiable y legendario entre su grupo de amigos y algo más. El rubio, por su parte, fue la antítesis: sus éxitos, si existieron, fueron muy esporádicos y, al día de hoy, no logró conformar una pareja –nobleza obliga, tuvo en tiempos recientes unas cuantas oportunidades de hacerlo, pero todas terminaron en nada.